En un viaje de fin curso, iban juntas 3
clases (A, B y C). Aunque eran del mismo colegio, no se conocían mucho entre ellos, o solo de vista. El viaje se
convirtió en una oportunidad para establecer amistad con otros compañeros y sobre
todo una “segunda oportunidad”
¿A qué me refiero con “segunda
oportunidad"?
A la
posibilidad de cambiar roles dentro de un grupo. Tener la oportunidad de salir de un posible
encasillamiento y poder desarrollar otro “yo”.
Por eso, cuando
se sale del contexto habitual, se convive con otras
personas y se realizan actividades o se viven situaciones nuevas y en lugares distintos vemos como algunos
roles se disuelven, y permite a muchos alumnos empoderarse y ganar confianza.
Entonces
pasan cosas como que, aquel chico que parecía “invisible” destaca por la
capacidad que muestra, por ejemplo, interpretando una brújula que le hace ganar
una gymkana y el resto del equipo le hace la ola. Ver su cara lo dice todo. O
aquella chica que, sentía que no “encajaba” con las compañeras de su clase, y que le
ha tocado estar en otra habitación con otras alumnas, descubre que se siente
muy bien y se da cuenta que quizá el problema no estaba en ella. O ese alumno, que
parecía el “Bart Simpson” de la clase, siente que fuera de su zona de confort ya no es tan fuerte como creía y
que a veces, todos necesitamos ayuda. Sentirse vulnerable también puede ser bueno. O
cuando, en una actividad en la playa, un alumno no se atrevía a quitarse la
camiseta, y otros dos compañeros le animaron, le hicieron ver que no tenía
importancia y al final, se lo pasó en grande y superó su vergüenza inicial.
Podría
contar tantas situaciones y anécdotas….
Por eso me gusta tanto esta frase de Airton Ortiz: “Somos
el resultado de los libros que leemos, los viajes que hacemos y las personas
que amamos”